Realismo
El Realismo, movimiento pictórico iniciado en 1855, tiene como objetivo afrontar lo real directamente, sin engaño ni fantasía, sin dramatismo ni emociones. Lo real equivale aquí al presente y a lo material, es decir, a lo que puede ser visto y tocado, y nunca imaginado. En ello es patente la influencia del Positivismo, que insiste en usar medios verificables científicamente para explicar los fenómenos naturales, entre los que se incluye todo lo relacionado con el hombre. Por eso, el realista se atiene a lo que le rodea, sin inventar nada y sin mirar al pasado, pues sólo lo contemporáneo es para él verdadero. De este modo, el Realismo constituye una reacción frente al Romanticismo y un preludio del Impresionismo, pues introduce novedosamente temas que rompen con lo convencional.
Por primera vez el trabajo, con su miseria y su desigualdad social, es lo que más interesa en la pintura, con campesinos y obreros que, sin idealizar y tratados como objetos, son la auténtica razón de ser del cuadro.
El origen de esta nueva actitud se encuentra en la
Escuela de Barbizon, nombre de una aldea francesa junto a los bosques de Fontainebleau,
al sur de París, donde un grupo de artistas se reúne hacia 1848 para observar la naturaleza con ojos limpios según el programa de Constable, que ahora se aplica a las figuras. Sin
embargo, su originalidad afecta sólo a lo iconográfico y no a lo formal, pues por el afán
de cortar toda posibilidad a la imaginación se justifica el predominio del dibujo, con contornos muy precisos y colores oscuros, así como la falta de profundidad y el desequilibrio
en la composición.
Camino en el Bosque de Fontainebleau, efecto tormenta, entre 1860 y 1865, Theodore Rousseau (París, Musée d’Orsay)
Al mismo tiempo que gesta el movimiento realista asimila las ideas del Socialismo, de las que se convierte en acérrimo partidario. Así, los acontecimientos revolucionarios de 1848 le son favorables y en ese mismo año y al siguiente sus
obras se aceptan en el Salón (Después del almuerzo en Ornans).
Sin embargo, los problemas con el poder constituido comienzan enseguida por dos motivos: uno estético, al
romper con el estilo académico que aún imperaba; otro ideológico, por dar la apariencia de transmitir mensajes incendiarios que cuentan con el apoyo de intelectuales socialistas con tendencias republicanas, aunque en realidad él no se propone plasmar sus
inquietudes políticas en sus cuadros (Entierro en Ornans).
Su primer enfrentamiento con
el arte oficial se produce con ocasión de la Exposición Universal de París de 1855, cuando se le invita a participar con un cuadro pero él rehúsa indignado al tener que presentar un boceto preparatorio de la obra para su aprobación. Ante este incidente, Courbet
organiza en ese mismo año una exposición individual que, con el título “Le Réalismo, G.
Courbet”, constituye el punto de partida del nuevo movimiento, cuyo objetivo queda
patente en el catálogo que el pintor ofrece con esta ocasión: basar el arte en su propia
época, es decir, en el presente y en lo que existe, y no en el pasado y en la imaginación
como hacen los románticos. A partir de aquí continúan sus disensiones en París con las
autoridades, que no adquieren sus obras, con lo que comienza su declive por cuestiones
políticas. Sin embargo, con la defensa de la libertad artística y la lucha contra las convenciones que lleva a cabo durante toda su vida, Courbet introduce la trivialidad en los
temas e inicia la práctica de las exposiciones de arte independientes, lo que prepara el camino del impresionismo.
También dentro del Realismo, Jean François Millet (1814-1875) pone toda su atención en
el trabajo rural ya desde 1848 (El cribador), cuando se produce la revolución que sustituye al
rey Luis Felipe por un gobierno republicano, y al año siguiente se instala en Barbizon. Pero
no tiene pretensiones políticas, aunque los críticos interpretaron sus cuadros en este sentido:
los conservadores los consideran una manifestación de las ideas socialistas, por lo que los
menosprecian debido a su tosquedad y a su carácter subversivo; por el contrario, los revolucionarios los ensalzan porque ven en ellos la dignidad de la clase trabajadora. En cualquier
caso, Millet consigue en 1864 su primer gran éxito oficial y, a partir de aquí, tiene un reconocimiento unánime, es el primero que ensalza su labor en toda su nobleza dentro de un ambiente de auténtica calma y silencio, con una, dos o tres figuras concentradas en
su tarea, descansando en medio del campo o a punto de retirarse al atardecer (El Ángelus).
Sus personajes no destacan por su belleza, tampoco expresan sentimientos ni denuncian sus
duras condiciones de vida, que, por otro lado, se manifiestan abiertamente. Sus labradores,
sembradores y espigadores se contemplan de manera objetiva, como son, igual que los paisajistas de la Escuela de Barbizon hacen con la naturaleza. La falta de inquietudes progresistas por parte de Millet explica que sus obras sean bien acogidas por la burguesía, que se
siente atraída por estos campesinos sumisos como parte de un mundo rural que empieza a sentirse amenazado por el desarrollo industrial (Las espigadoras).
Las espigadoras, 1857, Jean François Millet, (Los Angeles County Museum of Art)
Dicha información expuesta corresponde a "Manual Básico de Historia del Arte" de María del Pilar de la Peña Gómez.
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